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‘Tierra de hombres y mujeres libres’

Natalia Acosta Henao.

Eran las 4:30 de la tarde y una tranquila brisa refrescaba la temperatura del municipio de
Circasia en el departamento del Quindío. Una mujer adulta sacaba de su bolso una
sombrilla café, mientras una joven posaba su mano sobre su frente impidiendo que las gotas
cayeran sobre su rostro. Justo allí, en la Plaza de Bolívar, el lugar más frecuentado del
municipio, un señor de aproximadamente 85 años de edad sonreía mientras miraba las gotas
caer sobre el asfalto que pedía a gritos un poco de agua.


“Aquí no hay día que no llueva o llovizne”, dijo el señor mientras miraba hacia el cielo.
Lo más curioso es que Circasia se caracteriza por ser un municipio de clima templado, su
temperatura promedio es de 18° C y octubre es el mes más frío de todo el año; sin embargo,
justo en este día de octubre un calor sofocante acompaño sin descanso toda la mañana,
hasta las 4:30 de la tarde que algunas gotas comenzaron a caer, como si el cielo hubiera
escuchado las súplicas de sus habitantes.


En medio de la llovizna que se convirtió en pocos minutos en una lluvia ligera, sucedieron
muchas cosas, las personas se dispersaron, sacaron sus sombrillas, algunos caminaron quizá
hacia sus casas, otros entraron a los lugares cercanos y muchos volvieron nuevamente a sus
sitios en la plaza una vez el cielo se despejó dejando un gran arcoíris enmarcado en las
tupidas montañas del municipio.


A las 5:10 de la tarde, la plaza había retomado de nuevo su carácter protagónico, como en
la mayoría municipios de la región cafetera, los colores cálidos y llamativos sobre las
fachadas de sus casas y los típicos miradores adornadas con toda clase de plantas, daban
muestras de sus fundadores antioqueños que años atrás pasaron por sus tierras colonizando
lo que hoy se conoce como la ‘Tierra de Hombres y mujeres libres’, por el hecho de que
muchos de sus habitantes, durante las primeras décadas del siglo pasado, se declararon
librepensadores a causa de las medidas radicales e impositivas de los gobernantes y
religiosos de la época.


Desde entonces, este municipio que se encuentra a 12 kilómetros de distancia de Armenia,
se ha caracterizado por nombrar varios de sus recintos con las palabras libre o libertad,

como el caso del ‘Cementerio Libre’, el cual es considerado patrimonio cultural cafetero y
un monumento a la libertad, a la tolerancia y el amor, porque fue construido con la idea de
que allí se pudiera sepultar a cualquier persona sin importar su orientación política o
religiosa.


A las 5:30 de la tarde, los rayos del sol recaían sobre los tejados de las casas que rodean la
plaza; Eliberto, un hombre de aproximadamente 45 años de edad elevó su mirada fijamente
hacia la Iglesia, mientras pensativo detallaba la nueva edificación que desde hace cinco
años ha estado en proceso de reconstrucción.


Hace nueve años, en el 2009, la Iglesia de Circasia ‘Nuestra Señora de las Mercedes’, que
era considerada como una de los mejores templos religiosos conservados en Suramérica,
ardió en llamas a causa de un corto circuito. El incendio arrasó en cuestión de 30 minutos
con el 95% de la gran edificación construida desde 1903 con bareque y madera, pese a la
intervención de los bomberos de Circasia, de los municipios vecinos y de Armenia. Fue un
acontecimiento que devastó por completo a sus habitantes, porque como en todo pueblo, la
Iglesia es un elemento turístico fundamental y más allá de eso es el centro representativo de
la fe cristiana. Después de este fatal acontecimiento los habitantes construyeron una ramada
donde se han congregado tal y como solían hacerlo cuando la Iglesia estaba en pie.


“A las 7:15 de la mañana, mientras estaban en misa, empezaron a salir llamas de la Iglesia,
en ese momento sentí como si no fuera real, la gente salía corriendo de la Iglesia, gritaban y
las llamas no cesaban. En ese momento entre en pánico, nunca pensé ver la Iglesia que
todas las mañanas veía, consumida en llamas. Fue muy difícil, pero cuando salí del impacto
corrí a socorrer y deje el puestico tirado como nunca lo hago. Gracias a Dios no hubo
muertos ni heridos”, dijo Eliberto mientras su mirada se posaba en un punto fijo a la
distancia.


Eliberto es un hombre de piel morena, cabello negro y mirada profunda que trabaja en la
plaza hace 15 años vendiendo tintos en las mañanas y algunas veces en las tardes, todos los
días se levanta a las cinco de la madrugada y antes del incendio solía escuchar como las
campanas de la Iglesia anunciaban que la misa iba a comenzar. Acostumbraba vender tintos
frente a la Iglesia mientras escuchaba las palabras del párroco, los coros cantar y las voces

de los feligreses proferir amenes. Ahora lo único que queda de esto es un profundo vacío
que siente todas las mañanas cuando frecuenta el lugar.


“La plaza no ha vuelto a ser lo mismo, hace falta algo y es la Iglesia. El proceso es lento y
ahora en vez de escuchar las campanas sonar me dedico a mirar cómo va el proceso, los
avances son pequeños, pero mire ya como va”, dijo Eliberto con nostalgia y algo de
esperanza en su voz.


A las 6:20 de la tarde la plaza se vuelve aún más amena, las lámparas que la rodean se
encienden iluminando el lugar con una cálida luz amarilla, en los negocios suena buena
música mientras las personas ríen y conversan en medio de limonadas, gaseosas y cervezas
sobres sus mesas en los quioscos de guadua. Allí, en medio de todo el movimiento se puede
ver la Iglesia ‘Nuestra Señora de las Mercedes’ en proceso de reconstrucción, por haber
sido patrimonio cultural del municipio no se puede construir cualquier templo, sino que se
debe seguir una serie de requerimientos como contar con un diseño arquitectónico
especifico y acorde al lugar de su ubicación. Mientras tanto, los habitantes de Circasia
siguen llevando su vida cotidiana y yendo a misa, porque al fin y al cabo no importa en
lugar donde se congreguen, sino la disposición del corazón.

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