
Iván Garrido Cobo
Arlex Chiquito, después de varios años, ha vuelto a casa. Vive todavía en la novedad
del regreso, pues habita su hogar desde hace dos meses. No sólo la cercanía de la
familia mantiene inmaculado el sentimiento de felicidad, el mérito es disputado también
por la evolución de la ciudad de Pereira en el tiempo de su ausencia.
Pasó largo y turbio tiempo en Bogotá. Los procesos burocráticos lo obligaron a ejercer
su profesión en la gran ciudad, y su trabajo lo obligó a conocer la parte oscura de esta. Y
era más grande de lo que imaginaba.
Ser policía en la capital de Colombia es asistir con regularidad al triste espectáculo de la
miseria humana. La muerte se convierte en una acompañante habitual y convierte la
gran tragedia en un suceso cotidiano. La media de homicidios diarios en Bogotá es de
doce personas asesinadas. Arlex presenció “todo lo que se ve por la televisión, y lo que
no, también”.
Pero ahora está en Pereira. La situación de Bogotá y de tantos otros lugares del planeta
no desaparece si se mira hacia otro lado. Sigue estando ahí para Arlex. Y para todos,
aunque no miremos cómo tanta gente pierde su derecho a la vida en paz diariamente.
A través de la vida de este policía risaraldense, puede verse al menos que es posible una
lenta mejoría. Cuando Arlex dejó Pereira morían al año más de doscientas personas en
la ciudad. Siete años después, en 2017, 135. El cambio sorprende a Arlex y le hace
enorgullecerse de lo tranquila que ve ahora Pereira. Además, su experiencia en Bogotá
genera que tenga una perspectiva positiva de la seguridad aquí. La tasa de homicidios
ahora está al nivel de la nacional, aunque Pereira sigue siendo la quinta peor ciudad en
este aspecto. Esto demuestra que a pesar de la evolución aún hay mucho por hacer, pues
un porcentaje alto de gente todavía es asesinada en comparación con otros lugares del
mundo. Los que más sufren esto son los jóvenes entre 18 y 28 años, acaparando casi la
mitad de homicidios en la ciudad. Pero destaca la relación entre el estrato social y estos
acontecimientos. Esta ligadura es preocupante porque podemos verla a nivel global, y es
que los máximos factores de aparición de homicidios son la pobreza y la falta de
educación. Se crea una brecha cada vez más grande entre los estratos bajos y altos, que
aumenta la desigualdad más aún en uno de los países más lastrados en este sentido,
Colombia. Todos estos datos, recabados por Pereira Cómo Vamos en el Informe de
Calidad de Vida de 2017, sacan claras conclusiones que necesitan ser interpretadas para
una actuación posterior. La seguridad de la población disminuye con el estrato
económico y educativo. Y en los más bajos se aglutinan la mayoría de los homicidios,
por lo que ahí es donde se hace más necesaria una intervención por parte de las
autoridades.
Para Jorge Ríos, pereirano de 19 años, la policía hace su trabajo a medias. Cree que una
parte de ellos no colabora con la población y así propicia el vandalismo y la
inseguridad. “Esto es producto de la mala democracia”, afirma. También ve una parte
buena, “humanista”. Él ha vivido en muchas zonas del país; Medellín, Bogotá, Cali, La
Dorada… Buscándose la vida y el trabajo, es capaz de ver diferencias con respecto a la
seguridad entre las ciudades. Pereira es la ciudad donde más tranquilo vive, donde
nunca le han robado ni ha necesitado la ayuda de las autoridades. Aún así cuenta que no
confiaría demasiado en ellos para solucionar un problema, sino que preferiría
arreglárselas él solo. A su alrededor sí ha podido ver cómo amigos han sufrido actos
violentos.
A un conocido suyo lo mataron en Dos Quebradas y muchos amigos han
sufrido robos. En este sentido Pereira evoluciona negativamente, pues los hurtos
aumentan con respecto a los años anteriores. En 2017 hay 405 casos más que con
respecto año anterior, sobre todo a celulares; casi el doble. Las autoridades afirman que
esto no se debe necesariamente al aumento de delincuencia sino que podría ser el
aumento de denuncias por parte de la gente que antes no denunciaba. El límite entre
estas cuestiones es difuso, lo único objetivo es que las tasas de hurtos tienen un nivel
muy alto y en crecimiento.
Jorge, a pesar de su juventud, conoce gran cantidad de lugares. Su visión de Pereira es
que ha mejorado mucho. “Anteriormente era muy peligroso por el sicariato, las bandas
o las barras. Vivías con el miedo de que te robaran o apuñalaran”. Pero él se considera
testigo de un gran cambio, que hacen ahora a Pereira una ciudad apacible, tranquila y
pequeña. Aunque hay zonas peligrosas. Él no iría a La Churria. Y ve a Villa Verde o a
Samaria como las zonas más seguras.
La violencia no sólo está en las calles. Éstas son sólo el reflejo de la educación de la
ciudadanía, la parte externa visible de nuestras mentes e idiosincrasias. Pero hay mucho
más allá, detrás de las puertas; y esto también nos define. La violencia intrafamiliar en
Pereira presenta una de las cifras más altas con respecto a delitos: 870 casos en 2017,
con un inapelable porcentaje del 83% que padecen las mujeres en pareja. Un profundo
desequilibrio de género que representa la mentalidad de la población y el papel que una
gran cantidad de personas le otorga a la mujer. Es un problema con raíces muy
profundas, del que todos somos responsables y deberíamos pensar cómo cambiar
urgentemente.