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Hilando sueños detrás de miedos

Juan José Vasco García

“Lo que antes era para putas y maricas, hoy, se ha convertido para muchos, en un estilo de vida,
en una pasión y en una forma de hacer arte”.


Él, un actual influencer y bailarín de pole dance de la ciudad de Pereira, abre sus ojos a las 5:30
de la mañana, para con mucho amor y entusiasmo empezar a recibir alumnos que se han
convertido en amigos y llegan a bailar en un tubo; en su mayoría son mujeres, pero por
temporadas hay uno que otro hombre que pone un toque especial a la clase.


De pequeño vivía con sus padres y pasó por casi todos los deportes que existen, en los cuales
nunca se sintió cómodo debido a la inseguridad y los miedos que tenía; era gordo con un rostro
lleno de acné y sudaba todo el tiempo. “En natación avancé mucho, pero no me sentía muy bien
con mi físico; en porrismo, hay que trabajar en equipo y nadie se hace con el gordito que más
suda; en la chalanería, hay que ser muy elegantes y cuando me metía la camisa por dentro no me
sentía conforme con lo que tenía”. A la hora de practicar algún ejercicio había algo físicamente,
que a este joven no le gustaba.


Tiempo después, en una temporada de siete años viviendo en España, entendió los cambios de la
vida; cambios provechosos para crecer personal, física y emocionalmente. Durante este tiempo,
estudió diseño de modas y avanzó hasta séptimo semestre. Es evidente que nada de esto lo
atrapaba profundamente, ya que más adelante tuvo un viaje estrella.


Orlando – Florida, vacaciones, primos y amigos como María Camila. Faltando tres días para
regresar a su casa, un joven literalmente sin rumbo, conoce a una mujer apasionada por el pole
dance y esta, le hace unas muestras que de cierta manera lo inducen y lo motivan a empezar a
ensayarlo.


Sin saber qué era, él llega a Colombia buscando estudios donde pudiera practicarlo, pero se lleva
una desagradable sorpresa, no habían academias de pole dance. Debido esto no tuvo más
remedio que empezar a ver videos y empaparse del tema desde su casa. Después de unos meses
de búsqueda, se dio cuenta que en Brasil harían una certificación sobre este deporte a personas

novatas, “yo no era ni novato, no era nada, pero igual pedí este viaje como regalo de
cumpleaños”.


Lleno de nervios, pero ansioso a la vez; da uno, dos y tres pasos alrededor de la barra, pone sus
manos sobre ella y empieza a tener las experiencias más bruscas de su vida; malas puntas, malos
agarres, cansancio a corto tiempo, y una emoción que no le permitía escuchar la explicación del
maestro. Amigos que lo motivaron a levantarse con confianza en cada caída, y un entrenador que
lo inspiró en hacer cosas por pasión, lo llevaron a estar donde está hoy, enseñando pole dance y
rompiendo los estereotipos que hay alrededor de este deporte.


Cien kilos no interrumpieron a este hombre para seguir practicando un estilo de baile que para
muchos era vulgar y para otros tan solo arte. “Encontré el pole dance, encontré un tubo y un
espacio para ser yo mismo; un tubo al que no le molestaba si era gordo o si sudaba”.
Hace nueve años el pereirano, influencer y bailarín viene pasando por un reconocimiento en la
ciudad, y aunque al principio lo caracterizaban como “el gordito marica que hace pole dance”,
hoy puede decir que salió adelante pasando de alumno a maestro y de maestro a propietario de
una academia: ‘caterpillar’.


Un cuarto piso lleno de espejos, cinco tubos que van desde el suelo hasta el techo, plantas,
colores fluorescentes y música al ritmo de bandas como ‘momentum’ son el ambiente de la
academia de pole más reconocida en la ciudad por incluir a los hombres y sacarles ese lado
sensual que tantas mujeres desearían.


Felipe Delgado, encontró en este deporte una pasión que poco a poco lo ha llevado a transformar
su vida desde el interior hasta su apariencia. Hoy, pesa setenta y siete kilos y viste con cualquier
prenda; es una persona segura, trabajadora, emprendedora y dedicada a su academia, a sus
alumnos y a su familia.


Hace siete años, Felipe luce diferente; es un hombre atractivo tanto para hombres como para
mujeres, es acuerpado y tonificado, tiene un rostro limpio y acompañado de una barba bien
arreglada. Cuando está en la academia usa poca ropa; solo lleva una tanga de colores vivos, ya
que el estar casi desnudo hace que la piel se adhiera al tubo de una manera más fácil.

Tacones de veinticinco centímetros lo acompañan día a día para dar sus clases. Felipe, quien
anteriormente estaba lleno de miedos, inseguridades y estereotipos, alza la voz para orientar a
todos los hombres que quieren practicar pole dance, pero se las aguantan para no recibir críticas
sociales y familiares.


El pole dance como forma de hacer arte es una mezcla entre lo sensual y la personalidad de cada
practicante. Felipe, con sus tacones, un antifaz y una tanga de lentejuelas, sale a encontrarse con
su mejor amigo (el tubo), al que por medio de la fuerza le entrega todo su talento. Lo agarra
fuerte con las dos manos, empieza a girar a su alrededor hasta que coge impulso, escala y una
vez arriba parece como si estuviera flotando en el aire.


Con las piernas hacia arriba y cruzando las manos lado a lado, se olvida del mundo en que está y
solo se dedica a disfrutar lo que hace. Un mundo de cabeza que entre giros y giros es el de él.
Felipe se caracteriza como un hombre despreocupado, que se dedica a vivir intensamente y a
disfrutar cada momento de su vida.


Su gusto por el pole dance va desligado a sus orientaciones sexuales, aunque muchas personas
digan lo contrario. Entre serio y coqueto ha logrado tener varias relaciones amorosas que han
aportado mucho a su vida, lo han acompañado en el proceso y hoy lo felicitan por los grandes
triunfos.


En Colombia existen alrededor de 400 hombres que cumplen su deseo de practicar pole.
Entonces ¿por qué el resto de los hombres no dejan las inseguridades y los miedos para cumplir
sus propios sueños?

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